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Foto del escritorAbraham Esli

Improvisar es de humanos.




Miles Davis solía decir que los errores no existen en el jazz. Cada nota "equivocada" es solo una oportunidad para descubrir algo nuevo.


Esta simple frase encierra la esencia de por qué la inteligencia artificial, con toda su potencia computacional, aún no puede improvisar. 


Piensa en la última vez que tuviste que improvisar: quizás una presentación que salió mal, una cena con ingredientes inesperados, o una conversación que tomó un giro sorprendente. 


En cada uno de esos momentos, no solo respondiste a lo inesperado; lo transformaste en algo nuevo. Esa transformación surge de un lugar que la IA no puede acceder: la intersección entre experiencia vivida y el momento presente. 


La IA puede componer melodías perfectamente estructuradas, puede combinar sabores basándose en millones de recetas, puede incluso predecir patrones de conversación. Pero no puede sentir el pulso del momento, no puede captar la energía de una audiencia, no puede saborear el miedo ni convertirlo en valentía creativa. 


La verdadera improvisación no es solo responder a lo inesperado; es dialogar con el caos, bailar con la incertidumbre, transformar el error en belleza. Requiere algo que ningún algoritmo posee: la capacidad de estar verdaderamente presente, vulnerable y vivo en el momento. 


Mientras reflexionas sobre esto, pregúntate: cuando improvisas, ¿estás simplemente respondiendo a un patrón, o estás creando algo que ni siquiera tú sabías que existía dentro de ti?

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